Nadie más que nosotros mismo nos pertenecemos… ni hijos, ni padres, ni hermanos, ni amigos… nadie es de nuestra propiedad. Partiendo de esa base y haciendo un esfuerzo sobrehumano se aplican las leyes del desapego.
Te quiero, si. Te seguiré queriendo, probablemente de otra manera, quizá desde el agradecimiento por las cosas vividas y el tiempo compartido. Gracias. Pero si quieres irte, te dejo marchar. Las puertas de mi amor están siempre abiertas y son tanto para entrar como para salir, eso lo dejo a libre elección. También conlleva un aprendizaje forzoso, saber separar el interés y el cariño o la lealtad y es un camino solitario, pero en la meta están los frutos de la comprensión.
Dejo marchar a quien decida irse, yo me quedo en el mismo lugar y con los mismos principios por si decide volver renovado después de aprender lo que sea necesario. Yo por mi parte también me apuntaré la lección y me la grabaré a fuego. Aprender de todo es un privilegio de muchos que pocos saben apreciar.
Aquí les espero, o allí, no lo sé exactamente.